Los 10 clásicos imprescindibles del Son Cubano
Hay muchas formas de celebrar el más universal de los géneros musicales cubanos. Aquí te traigo una lista que reúne aquellos sones imprescindibles, los que no podrían faltar en el minucioso recuento histórico de este género tradicional.
Recientemente, en noviembre de 2020, se tomó la decisión oficial de adoptar cada 8 de mayo como el Día del Son Cubano, en homenaje a ese legado musical que nos llega desde Miguel Matamoros y se magnifica en figuras como Beny Moré y Miguelito Cuní.
Matamoros y Cuní nacieron este día, de ahí que se fije esta fecha en el calendario. Ha sido el maestro Adalberto Álvarez, Premio Nacional de Música 2008, quien impulso la adopción de tan importante festejo para la cultura cubana.
Un poco de historia: De cuando el Son era «repartero».
Si hablamos de tradición, popularidad e influencia en la cultura cubana, estamos claros en que no hay otro género musical autóctono que pueda equipararse al Son.
De hecho, quizá no exista otra expresión artística que nos identifique más plenamente, que condense en tan pocos rasgos esa esencia que, en versos de Ignacio Piñeiro, “es lo más sublime para el alma divertir”.
Sin embargo, el Son no siempre fue visto de la misma manera por la sociedad cubana. Su historia, similar a la de otros géneros populares como el jazz, debe ser vista como la historia del desprejuicio social en la Isla. Y por tanto, nos habla de una paulatina aceptación de sus formas, esencialmente humildes, por parte de la élite dominante.
Desde comienzos de los años veinte del pasado siglo ya sonaban algunos sones por aquí. Era un género todavía adolescente, crudo, y en cambio grácil y pegajoso. Lo cultivaban y bailaban las pequeñas comunidades negras, así como los obreros y demás sujetos de la clase pobre. Heredero de la “Vieja Trova Santiaguera” y el Danzón –este último relacionado a la alcurnia, el buen gusto y los salones de la burguesía habanera-, el nuevo estilo proponía una mayor soltura y dinamismo en el baile de pareja. Las letras, por su parte, se nutrían del habla popular y lo cotidiano.
Se sabe que hacia 1925, el Son comienza a abrirse paso en el gusto más refinado. El entonces Presidente de la República, Gerardo Machado, invitó a La Sonora Matancera a tocar en su fiesta de cumpleaños, acontecimiento que cambió, significativamente, la perspectiva que se tenía del género en la alta sociedad habanera. De modo que ya en los años treinta se convierte en el género cubano de moda. Un fenómeno imparable que trasciende las fronteras de la Isla y alimenta otros ritmos foráneos.
«El Buenavista Social Club, orquesta integrada por lo más brillante y valioso de nuestra música tradicional, trajo consigo un imprescindible rescate de los “Padres del Son” y los mejores sones de nuestra historia musical»
La huella del Son perduró durante varias décadas, si bien algunos de sus clásicos cayeron en la desmemoria. La iniciativa de fundar el Buenavista Social Club, orquesta integrada por lo más brillante y valioso de nuestra música tradicional, trajo consigo un imprescindible rescate de los “Padres del Son” y los mejores sones de nuestra historia musical. De modo que fueron actualizados todos esos clásicos para el disfrute de las nuevas generaciones.
Esta primera celebración, evidentemente, no tendrá toda la intensidad que se desea, pero tampoco será pasada por alto. El maestro Adalberto Álvarez, principal organizador de este homenaje al Son, ha concebido un grupo de actividades a realizarse por la vía digital.
No obstante, hay muchas formas de celebrar el más universal de los géneros musicales cubanos. En la memoria y el relato popular se acumulan distintas épocas, momentos y experiencias de vida relacionadas al Son. Pues los cubanos hemos convivido con su estilo en el amor, la alegría y la tristeza, bajo una complicidad sin par.
Ha sido el Son, incluso, motivo de disputa entre varios de nuestros mejores cantores populares. Recordemos si no, la famosa controversia entre Cándido Fabré y Paulito FG en el programa televisivo Mi Salsa (1993).
Una lista para no perder el norte
Pero ahora sí: se impone hacer una lista que reúna aquellos sones imprescindibles, los que no podrían faltar en el minucioso recuento de este género musical cubano. Tras investigar y comparar varias opiniones de músicos y especialistas, he arribado a esta lista de los 10 sones cubanos que no puedes dejar de escuchar para disfrutar de lo lindo y comprender a fondo el rico anecdotario que rodea a este género.
Lágrimas negras (1930). Miguel Matamoros (Trío Matamoros).
Bolero-son escrito por Miguel Matamoros en un viaje a Santo Domingo, República Dominicana. Cuenta la trágica historia de un desamor y es una de las canciones cubanas más interpretadas y versionadas a través de la historia. Sin duda, un clásico que todos hemos al menos tarareado en algún momento, más si hay unos traguitos de por medio.
Mamá, son de la Loma (1922). Miguel Matamoros (Trío Matamoros).
También de la autoría de Miguel Matamoros. Es el típico son montuno, hecho para bailar y cantar. Insiste en un estribillo y un coro sencillo, gracioso, imposible de olvidar. Cuentan que Miguel compuso la letra a partir de la simpática expresión de una jovencita santiaguera, que le preguntaba a su madre de dónde eran aquellos cantantes que daban tan hermosa serenata.
Suavecito (1929). Ignacio Piñeiro. Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro.
A Ignacio Piñeiro se le conoce popularmente como «El poeta del Son». Es autor de varios versos muy célebres, que hacen referencia al estilo musical del género. Suavecito, según se sabe, fue compuesta en honor a la hija de un amigo de Piñeiro, fanática del Son y del Septeto que aquel dirigía. Se dice que la muchacha era asidua a los ensayos del conjunto y no paraba de bailar y cantar las canciones. Piñeiro, al parecer, se hallaba seducido por la joven Carola.
Échale salsita (1933). Ignacio Piñeiro. Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro.
Ignacio Piñeiro fue un hombre humilde y jocoso, que no perdió oportunidad para sacarle lasca a sus vivencias. Encontrándose en el poblado de Catalina de Güines para una presentación, conoció allí a Guillermo Armenteros alias «El Congo», quien tenía un puesto de venta reconocido por las deliciosas butifarras de cerdo que ofertaba. Y no solo eso: El Congo tenía una peculiar manera de pregonar aquel alimento; cada cierto tiempo gritaba: Échale salsita!
Piñeiro se quedó fascinado, tanto en el paladar como al oír aquella sutileza del pregonero, y prometió hacer de aquella frase uno de sus sones. Ciertas fuentes afirman que, además, la simpatía entre ambos hombres se consolida pues pertenecían a la secta abakuá y, casualmente, eran ekobios (hermanos).
Guantanamera (1934). Joseíto Fernández.
La Guantanamera es la canción cubana por excelencia. Esta guajira-son es uno de los grandes mitos de nuestra identidad cultural. Es una especie de himno que traduce lo cubano a un lenguaje universal donde se instalan los versos del apóstol Martí, la figura femenina y el tono campestre. Curiosamente, su autor, Joseíto Fernández, no pudo llevar una vida más alejada del campo. El hombre era natural de Los Sitios, Centro Habana, y su vida transcurrió absolutamente anclada al espacio citadino. Después de todo, Joseíto no es ese guajiro que todos imaginan.
Fuego en el 23 (1956). Arsenio Rodríguez.
Este son de Arsenio Rodríguez tiene la picardía y el doble sentido que nos caracteriza. «El Ciego Maravilloso» perdió la vista tras ser pateado por un caballo y esto marcó su vida tempranamente. No obstante, fue uno de los más revolucionarios soneros de su época, pues incorporó al formato estándar del septeto varios instrumentos que ofrecían mayor volumen a la sonoridad y habrían paso a un concepto grupal más avanzado: el Conjunto. Arsenio puede ser visto como el precursor de lo que más tarde se considera salsa.
El cuarto de Tula. Sergio Eulogio González Siaba.
La nefasta historia de la pobre Tula es bien conocida por todos. Sergio Siaba, español afincado en Cuba, la compuso en clave de son. Por muchos años este tema fue atribuido erróneamente a otros autores. La figura de Siaba estuvo eclipsada por mucho tiempo hasta que se esclareció la verdad. Este es otro son cuyo doble sentido lo ubica en la línea pícara que practican compositores como Arsenio.
Qué bueno baila usted (1956). Beny Moré.
El Bárbaro del Ritmo cultivó el Son como a un hijo pródigo. Al Beny todo le quedaba bien. No hubo estilo que se le resistiera y el Son no sería la excepción. Esta canción tiene su origen en Venezuela, dicen que improvisando en torno a su banda musical en un programa de televisión. En todo caso, ahí estamos repitiendo junto a Beny «qué bonito y qué sabroso baila usted…»
La Guarapachanga (1958). Miguelito Cuní.
Miguelito Cuní es de los imprescindibles del Son. Quizá sea el más grande sonero de la época moderna después del Beny. Cuní fue otro fuera de serie, que compartió escenario con todos e hizo de todo. Se le conocía como «La Voz de Oro». Miguelito y su inseparable Félix Chapotín heredaron el grupo de músicos de Arsenio Rodríguez, y desde ahí emprendieron una renovación sonora que tendrá eco en décadas posteriores. La Guarapachanga es un eterno vacilón.
Chan Chan (1984). Francisco Repilado «Compay Segundo»
Al lado de Guantanamera, quizá el Chan Chan sea el tema cubano más universal. Sencilla, terrenal y directa en su forma, está canción deviene cátedra para el género. Compay Segundo la describe como un sueño que tuvo de cuatro acordes. El mundo la ha vivido como un romance ideal.
Ahora sí, tu playlist está lista para recibir estos clásicos inmortales del Son Cubano.