Un réquiem por febrero
Si este febrero ha traicionado tus ilusiones, no pierdas el tiempo lamentándolo. Regálate el placer de la intimidad en este San Valentín.
A mis 30 años todos los febreros que recuerdo tienen más de una cosa en común. En principio, digamos que se deja sentir, por cuatro o cinco días, cierto clima invernal, y la Feria del Libro invade la expectativa de la ciudad. A esto podría sumarse el lugar común que es el Día de San Valentín, que en mi experiencia ha tenido varios colores y estados de ánimo.
Un febrero de otro mundo
Este febrero, no obstante, va siendo una excepción que no olvidaré en mucho tiempo: hace tres semanas se anunció, oficialmente, la suspensión de la Feria del Libro; el invierno se ha asomado con inusual timidez; y San Valentín será tan íntimo como pueda imaginarse, si pensamos en el distanciamiento y la nueva ley marcial en horario nocturno.
¿La causa de todo? El COVID-19, que ha decidido multiplicar sus cepas burlando cualquier pronóstico científico.
¡Hasta las cuántas!
Ahora bien, quizás puedas prescindir del invierno, calmar los deseos de estrenar algún que otro abrigo o bufanda; es probable que tengas suficientes libros en casa y esta Feria habría significado un problema para ti, pues ya no tienes sitio para más; pero, encima de todo eso, ¿también tienes que soportar encerrad@ este San Valentín? Parece el colmo, pero así es.
Nada se compara a esto.
Un 14 en La Habana
En un año normal (ya ni recuerdo lo que es eso) estarías vuelt@ loc@ inventándote un regalo especial, la manera de “matar” a tu pareja con el detalle. Seguramente estarías preparando alguna sorpresa, buscando en dónde pasar el 14: el mejor sitio para cenar, la mejor fiesta para perder la cintura bailando y beber hasta desmayarte.
En cierto modo, el 14 de febrero ha sido, tradicionalmente, una alegría y un dolor de cabeza para los cubanos. Creo que sobran razones para explicarlo: quieres que todo salga perfecto, intentas diseñar con tiempo tu “Día de los Enamorados”, pero las cosas, cuando se trata de esta ciudad, tienden a complicarse en una cuarta de tierra.
De pronto, resulta que el restaurante que pensaste ha subido tremendamente los precios o ya tiene agotadas las reservaciones. O pongamos que eres afortunado y consigues reserva: cuando estás en el sitio la carta luce desaliñada, con más deficiencias que virtudes; no hay los camarones que te gustan, ni el vino que puedes permitirte pagar, ni tienen servilletas, y hay una sola oferta de postre, y el servicio es un desastre, y equivocan tu pedido, y cuando al fin traen lo que ordenaste… el plato fuerte tiene partes crudas. Eso es un 14 de febrero estándar en La Habana.
Si eres de l@s que prefieren no tener un plan o elaborar uno menos sofisticado, de l@s que apuestan por improvisar un “14 callejero” (siempre se trata de terminar en el Malecón, compartiendo el ron, los cigarros, e intercambiando abrazos con algún guitarrista desconocido, cuyo repertorio descansa en Arjona, Son by Four y Sin Bandera), entonces tu Odisea se torna algo distinta.
Luego de pasar por La Cabaña por mera inercia, persiguiendo cualquier cosa menos libros (en el mejor de los casos, he conocido parejas que, en sintonía con la fecha, se lanzan al hallazgo de firmas como Vargas Vila, Neruda o Buesa), esa tarde-noche te condena a vagar por el Vedado rastreando algo de beber.
Olvida el Viña Maipo y el Havana Club con… ¿Cola? Borra de tu cabeza cualquier sitio donde normalmente encuentras lo de siempre, la receta perfecta. Esa noche te reta a reinventarte, a sustituir lo que quieres por lo que hay. Andas exact@ (con el dinero de tomar algo, el de la rosa artificial o el peluche y el del almendrón de regreso a casa) y no puedes exigirle peras al olmo. Entonces acabas siendo optimista, agradeciendo lo que el azar te puso delante y celebras como si no hubiera un mañana. Tu pareja siempre entenderá, porque sabe que lo mejor no sucede hasta que llegan a casa con la nota en su punto.
El 14 que toca
Lo cierto es que ni los más sofisticados, ni los más hippies, tendrán un Día de San Valentín común y corriente. Esta pandemia no cree en tradiciones; ha venido a despojarnos de todo lo que suponíamos le daba sentido a nuestras vidas.
Perdona si ahora sueno como Calviño, pero debo advertirte: el Día de San Valentín es cualquier día; si no mira atrás y cuenta las buenas experiencias amorosas que has tenido en estos últimos meses junto a esa otra persona.
No te angusties por no poder cenar en el restaurante que amas. No te aflijas por la ausencia de ese beso con sabor a salitre y alcohol barato en el Malecón. No blasfemes por no estrenar tu bufanda en un día de Feria del Libro, ni eches de menos los malos versos de Buesa o esa foto en el Cañonazo. Desecha la ilusión de asistir a un concierto de Leoni Torres o Diván en el Cangrejo. Tampoco te sientas tristes porque Mayco D´Alma o Waldo Mendoza no pudieron cantarte este año en el Karl Marx.
Todo eso volverá en algún momento.
Un réquiem por febrero
El mejor consejo que puedo darte es que le saques lasca al encierro. Ya sé que vas de encierro hasta la coronilla, pero siempre se puede más. Tu casa, cada espacio de ella, podría imitar el sitio donde deseas estar. Piénsatelo. Después de todo, solo tienes que salir por provisiones y lo demás corre por tu cuenta.
En cuanto al regalo, deberías pensar en romper con ese fetichismo. Nada mejor que regalarte el placer de la intimidad: andar sin ropas de un lado a otro, habitar junto al otro la isla que es tu cama, hacerle el amor a la circunstancia. Puedes ordenar pizzas, pastas, sushi; revivir tu serie o película favorita. Prueba, si no lo has hecho, con Pretty woman o Nueve semanas y medias.
Si este febrero ha traicionado tus ilusiones tanto como las mías, no pierdas el tiempo lamentándolo. Al cabo, siempre lo echarás de menos: no olvides que es el mes más corto del año.