
Robertiko Ramos: un estudio de tatuajes es como la oficina de un siquiatra
El primer contacto fue desafortunado, entramos con el pie izquierdo. Robertiko Ramos no es el mayor fan de las entrevistas. Lo hacen sentir visiblemente incómodo, incluso hasta molesto. Te lo deja claro apenas cruzas el umbral de su estudio de tatuajes. Eso, hasta que comienzas a preguntarle de lleno sobre el motor que lo mueve cada día: La Marca, el diseño y los tattoos.

Cuando Ramos comenzó a introducirse en el mundo del body-art eran los noventa y cursaba el segundo año en el Instituto Superior de Diseño (ISDI). Cuenta que su primer contacto con el tatuaje fue visual. Andaba con amigos en la calle G, cuando vio a un muchacho con una “pica” muy distinta a todo lo que había visto antes en Cuba. “Fui a visitar al artista de ese trabajo. Él me enseñó algunas cosas acerca de las agujas y la técnica, pero en realidad, aprendí solo, entrándole a pinchazos a la gente”.
Robertiko se hizo su primer tatuaje a los 19 años, a riesgo y responsabilidad de su propia mano. Cuando le pregunto sobre la experiencia, se levanta la manga derecha de su playera, para que pueda ver el tatuaje. Es un yoda. Cada línea que se entrecruza en su cuerpo cuenta un viaje vital. Borrar sus dibujos, sería como borrar su propia identidad y este artista lo tiene claro: “Ya tengo unos cuantos y no me quitaría ni uno”.
¿Qué herramientas te facilitó la escuela de diseño y cuáles te dio la escuela de la vida para ser un buen tatuador?
El tatuaje comparte un montón de elementos con el diseño, además de los recursos formales, se trata de una obra sobre el cuerpo humano, ya sea abstracta o más figurativa. Tiene unos códigos muy específicos que mezclan la técnica y el diseño, con la manera en que organizas una línea en el espacio para jugar con la composición del cuerpo humano. Un tattoo tiene que verse a la distancia, debe llamar la atención, entenderse y permitirte descubrir cosas nuevas cuando lo miras de cerca. Y en eso se parece mucho al buen cartel.

Ramos define su estilo como old school, con influencia del tatuaje tradicional americano, la ilustración y la gráfica. Presta especial atención al valor de la línea y utiliza una economía de recursos formales hasta en los dibujos abigarrados.
Robertiko no tatúa cualquier cosa; solo sus diseños que pueden estar inspirados en la idea de un cliente. Hoy la perfección que se les exige a los tatuadores en el dibujo es brutal. Los diseños de catálogo o flashes, como se denominan en la jerga de los maestros de la tinta, son cosa de otra era. Los clientes buscan cada vez más a tatuadores con estilos concretos.
Robertiko describe el momento de creación como una especie de ritual. “Para mí todos los tatuajes son difíciles. Me pongo súper nervioso cuando voy a tatuar a alguien, como si fuera el primer día. En un papel todo tiene solución, pero cuando alguien confía en ti y te da el pellejo para que le hagas algo, uno debe asumir el reto con humildad. Como yo prefiero tatuar a la manera tradicional, sin el empleo de máquinas eléctricas, me tomo más tiempo con el cliente y, entonces, pasa como en las peluquerías, terminas hablando mucho y haciendo que la experiencia sea más o menos placentera”.
La sede de La Marca, ubicada en el Centro Histórico, es una mezcla de galería de arte pictórico y corporal. Como responsable del proyecto cultural del estudio, Robertiko moviliza acciones que vinculan el oficio del tatuaje a diversas manifestaciones artísticas, empleando el espacio para impulsar la obra de noveles creadores y gestando actividades que involucran a la comunidad.

¿Cómo es un día de trabajo en La Marca?
Muy agitado. Un estudio de tatuajes es como la oficina de un siquiatra. Aquí entran y salen muchos personajes y locos (risas). Eso sí, todo el mundo la pasa bien. En La Marca no existe una jerarquía en términos de jefatura, sino un sistema de distribución horizontal. Somos un colectivo mixto. Una familia bien loca, y la persona que nos visita siempre se lleva una buena experiencia.
Hablar de tatuajes en la Isla es complicado. Dentro de las actividades para ejercer el cuentapropismo, los estudios de tatuajes no están regulados, lo que genera un vacío legal sin controles higiénicos. “Lo peor es que hay muchos individuos tatuando sin una regulación sanitaria».
«Creo que la batalla de la legalización del tatuaje está ganada. Nos hemos metido de frente con eso porque es inadmisible en un país donde la salud es gratuita. La práctica del tatuaje tiene que regularse, la gente tiene que entender cómo se hace y a qué se está exponiendo”.
¿Qué le dirías a los detractores de los tattoos?
Que no se los hagan. Todo el mundo tiene su pellejo y el derecho de hacer con él lo que quiera.
Una última pregunta… ¿Qué quieres ser cuando seas grande?
!Ay! El otro día me hiciero esa pregunta y me quedé pensando. Me gustaría que la experiencia de La Marca se replicara en todo tipo de proyectos que pueden ser no entendidos. Trasladar la enseñanza de cómo un grupo de personas pueden reunir y hacer algo bueno. Las estrategias de trabajo aisladas no generan crecimiento. Así es como único se construye comunidad y un mañana mejor para todo el mundo”.