Raúl Cañibano: Ante todo, Cuba por dentro y por fuera
Raúl Cañibano puede narrar a Cuba sin palabras y mostrarla desde la intimidad de su lente, cómplice desgarrador de una obra que, sin dudas, se mueve entre el dramatismo y la misticidad de un discurso documental.
Sus imágenes arrastran y se encuentran justo en el medio de una Isla con personajes sin norte, coloridos desde el dolor, naturales y con una esperanza sombría que, solo en ocasiones, sosiega el alma.
Quien se dispone a observar su trabajo, no imagina que sus inicios en la fotografía no tienen un antecedente académico. Cañibano es, sencillamente, resultado de un deseo por descubrir su entorno desde el arte, que en la década de 1990 lo ató a sus primeros químicos y al proceso de revelado.
“Yo no tenía mucha idea de lo que era la fotografía y comencé a visitar la Biblioteca Nacional para informarme de todas las corrientes artísticas y plásticas. Así supe de las diferentes obras y estilos, y confieso me impresionó el surrealismo, al punto de que hoy creo que mi obra tiene un toque de esa poética”, aseguró en el comedor de su casa, mientras compartimos una taza de café.
Con una mirada muy personal, Raúl trata de contar historias estructuradas que conforman series en continua expansión.
“Intento documentar mis momentos y los de Cuba, la vida cotidiana, la esencia de esos sitios que para algunos resultan alegres, pero que yo veo dramáticos.
“En mi trabajo persigo situar a las personas según las pautas del periodismo, para mí el dónde, cuándo, quién, cómo y por qué, te llevan a crear una historia desde el principio hasta el final”.
Con más de 50 exposiciones personales y colectivas, y su representación en galerías por todo el mundo, Cañibano –aunque no se restringe al blanco y negro–, le confiere a esta estética una singular relevancia dentro de su creación. “Los colores me funcionan, pero siento que rompen con la expresividad del blanco y negro, tal vez me pasa porque empecé en los 90 y no había tecnología digital. Sin embargo, pienso que para decir las cosas no importan el color o los tonos, solo hace falta una foto que tenga corazón y la intención de lo que quieres expresar”.
Tierra guajira y Fe en San Lázaro, resultan dos de sus series más conocidas. La primera, un viaje a la semilla que le permitió revisitar escenas del campo cubano y la segunda, un ensayo muy personal de la religión y las manifestaciones afrocubanas en Cuba, son ejemplos de ese espíritu de guerrilla que le permite perderse durante días por los diferentes territorios de la Isla y regresar con las manos llenas de instantáneas.
Escudriñando realidades y nutriéndose de los sucesos más cercanos, Cañibano desarrolla ahora Ocaso, una obra vinculada a la ancianidad y el declinar de la vida, y que por estos días lo mantiene absorto detrás de su cámara.
Al preguntarle por sus motivaciones respondió: “Me gusta mirar por dentro a la gente, a ese cubano que camina, nunca podría mostrar esa parte turística y más hermosa. Trato de plantearme eso en mi trabajo, ante todo, Cuba por dentro y por fuera”.