
La mujer de antes regresa a las tablas
La 8va Semana de Teatro Alemán incluyó entre sus propuestas una versión cubana de La mujer de antes, obra de Roland Shimmelpfenning con puesta en escena de Ludi Teatro. Para los que no aprovecharon el chance o aquellos que quedaron con ganas de repetir hay una segunda temporada que arrancó en enero y se mantendrá igualmente durante todo el este mes en la sede de la agrupación.
Un texto nacido en Viena, con corte humanista, íntimo, inclinado a priorizar la alienación de sus personajes fue transformado por Ludi Teatro y Miguel Abreu, director de la puesta y la compañía, en una invitación al público cubano para confrontar su realidad. Del teatro contemporáneo alemán a los escenarios cubanos se traslada conflicto y personajes a su contexto pertinente. El resultado es una obra que llena los asientos de la locación cada fin de semana, la acogida de La mujer de antes por los espectadores, tanto cubanos como foráneos de paso, ha sido favorable.

El matrimonio igualitario, la utilización de las redes sociales como medio de comunicación primario (e incluso estilo de vida), los debates constitucionales… son algunos de los temas actuales que encontrarás representados en esta versión que llega a modo de comedia farsesca, sacando las sonrisas de más de uno. No falta la interacción de los actores con el público, el cual pasa a formar parte de la obra en varias ocasiones, un diálogo cercano que ha fomentado, en mi opinión, la asistencia continua a la puesta.
El universo que vemos es catastrofista, escogido para reflejar los tiempos que corren, una escenografía minimalista pero viva que se transforma según las necesidades del set y mantiene al espectador sumergido en una dinámica ligera y refrescante. Analepsis y prolepsis crean el ambiente lúdico y todo esto se entrelaza para propiciar un acercamiento en el que la escena pueda ser casi palpada por quien la observa.

El conflicto nace en el seno de una familia y será catalizado por un agente externo: Romy Vogtlander, personaje que emplea el arte de travestir, que seduce con sus telas y sus labios al rojo. Andros Perugorría encarna este protagónico, lo veremos en una interpretación que no deja fugas y se amolda con exactitud a las exigencias.

Sin embargo, Grissel de las Nieves Monzón es la encargada de prender fuego a la mecha, una energía devoradora cubre las tablas con el personaje de Claudia y su intérprete retrata los estereotipos cubanos sin tachas. El elenco se completa con los roles de Tina (Alina Castillo), Frank (Evelio Ferrer) y Andi (Januel Ojeda).

El público se vuelve cómplice de esta presentación desacralizadora e iconoclasta, que se codea con discursos oficiales y referentes populares para dibujar mediante sonrisas todo el alcance del hombre de estos tiempos.
La mujer de antes regresa al escenario cubano. Los que asistan a la puesta encontrarán música, ingenio, señas solapadas para que, al salir, comiencen las disquisiciones y permitan depurar el mensaje que los actores han dejado referido tras una hora de función. Un mensaje de respeto, ese que tanta falta le hace a nuestros días.