Gastón Joya, cuando la música habla por ti (+Entrevista)
Gastón Joya es el típico energético que goza de un relax buscado. El entusiasmo que comunica en su ejecutar musical contrasta con la ecuanimidad y sencillez con que transmite sus ideas. Eso, hasta que las luces se apagan y toma el bajo, entonces, su cuerpo se funde con el mástil y las cuerdas. Tras bambalinas, con la altisonante magia de notas disímiles tuvo lugar esta entrevista.
Entonces, ¿ya no te pones nervioso cuando te presentas en un escenario?
“Mira, tiene su cosa. Yo nunca había tocado solo en el festival. Siempre había salido al escenario con Chucho Valdés, con López-Nussa o con otras bandas de Estados Unidos, por ejemplo. Pero esta vez fue la primera que me presenté con mi trío (The new Cuban trío) y fue un tremendo gusto y responsabilidad poder hacerlo”.
Sus numerosas colaboraciones con jazzistas del patio y extranjeros, así como su espectacular virtuosismo y disposición de incursionar en la fusión de distintos géneros, le han ganado un lugar entre las jóvenes promesas de la música cubana actual. Sin embargo, tuvieron que pasar casi diez años para que Gastón soltara riendas y comenzara a experimentar las preeminencias y los retos que implica una carrera en solitario. Ahora, en sus treinta, aunque todavía conserva la risa atronadora de chiquillo adolescente, afirma no arrepentirse de nada.
Siendo un virtuoso, ¿por qué siempre has tocado para otros y es ahora que impulsas tu carrera en solitario?
“Es que esto no es tan fácil. Para formar una banda no basta con tocar bien y tener una idea clara. Pienso que todo debe suceder en su momento. Ahora cuento con la madurez necesaria para asumir proyectos muy serios. Las ideas las tengo más comprimidas, mi discurso es más preciso. Mi performance, también”.
Autorelegado a ser músico de fondo o quizás no tan así, Gastón deja bien claro que ningún momento de su trayectoria profesional ha sido tiempo perdido, sino un próspero proceso de nutrición vital en el que absorbió mucha música y dominó totalmente su instrumento (eso significa dedicarle la vida).
“Pudiéramos decir que después de mucho buscar ya me encontré a mí mismo. En el trayecto tuve experiencias buenísimas que comenzaron con mi profesor Orlando “Cachaíto” López, quien tanto me enseñó de música, pues era considerado la vanguardia del contrabajo en nuestro país. Después de esos momentos iniciales de mi formación tuve el privilegio de tocar junto a muchos y brillantes músicos como los del Buena Vista Social Club, Omara Portuondo, Leo Brower y Chucho Valdés, quien me acogió en su banda por siete años. También descubrí mucho de música cubana estando paradójicamente fuera de Cuba, con artistas que habían abandonado la Isla hacía muchos años, pero continúan siendo parte importante de nuestro repertorio. Todos ellos contribuyeron de maneras distintas a ser quien soy y trazaron el camino que hasta el momento he recorrido”.
Para llegar a ciertos puntos de ruptura en la música hay que mojarse lo suficiente y después mirarse el alma; esa es la historia que merece ser contada con las notas. Por eso, para Gastón este fue un paso musical definitorio, pero también muy personal.
“Nunca me propuse ser un súper jazzista, ni nada de eso. De hecho, es bien gracioso porque de niño soñaba con tocar junto a los Van Van. El jazz llego a mí de forma natural y orgánica cuando tenía 15 años, al igual que fluyó natural el hecho de grabar con otros músicos; un día me llamaba uno y a la semana otro y cuando vine a ver estaba tocando con Sting en Toscana y decía: ¡Mi madre, qué hago aquí!”
¿Qué te inspira? ¿Cómo es tu proceso de composición?
“Cada vez que me propongo hacer un disco primero debo tener en las manos una historia; luego me enfrasco en narrarla musicalmente. No trato de ensayar mucho cuando voy a grabar, me gusta que salgan cosas nuevas en ese momento y que la energía fluya fuerte en el estudio”.
“Actualmente, me inspiran muchísimas cosas, pero fundamentalmente el paisaje humano. Por ejemplo, mi álbum Mama Ina se lo dediqué a mi abuela. Ella vive en Matanzas y se pasa todo el día escuchando música campesina, entonces, yo le compuse un tema y de ahí comenzaron a salir muchos otros, ya no solo inspirados en ella, sino en mis tiempos de iniciación como jazzista cuando era muy joven y tocaba en La Zorra y el Cuervo con gente entrañable. Por eso, Mama Ina es mi abuela y también mis inicios”.
Los privilegiados que accedieron al concierto de Gastón Joya en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional estoy segura que no olvidan la deliciosa compenetración y la calidad impactante del artista, eso y el peculiar solo de a dos entre el feeling del obediente bajo y el swing de Joya, unidos ambos en una sonoridad que solo fluye cuando la música se lleva en la cabeza y la improvisación es la única musa sobreviviente. Solo entonces, cuando no se está pensando en contar como un reloj suizo es que se hace jazz a lo grande y en esos momentos mágicos, la música es de todos.
“Yo toco por ahí pa’ lla. Oigo a mi instrumento y lo obligo a transmitir estados de ánimo y eso es realmente lo que me atrae de la música, que puedo comunicar sentimientos y establecer distintos clímax”.