César y Carlos Vilá: El raro encanto de lo cotidiano
En un mundo en el que la inmensa mayoría se esfuerza por singularizar su huella, puede resultar extraño que dos hermanos gemelos escojan la misma manera de expresarse. El afán de independencia no se demuestra en César y Carlos Vilá, al menos si hablamos de una pasión compartida: la fotografía. “Es algo que no nos propusimos, solo probamos y sentimos que se nos daba bien”, explicaron César y Carlos a VISTAR.
Es como una prueba de que quizá aquí sí se cumpla esa creencia, casi mística, de que algo une a los gemelos más allá del vientre materno. Postes, escaleras, muebles, curvas, esquinas, edificios, hormigas, niños mirando a través de barrotes, un saludo… todos cambian cuando pasan a través de sus lentes. Aunque se nota un evidente gusto por lo abstracto –pasando por homenajes a Alexander Rodchenko, el llamado padre del constructivismo ruso–, Carlos y César insisten en la versatilidad como algo que persiguen.
“No queremos encasillarnos, nos gusta tanto la fotografía conceptual como la documental”.
Con veintidós años estos hermanos han acumulado una trayectoria que impresiona, sobre todo si se tiene en cuenta que hasta hace solo dos, todavía buscaban su lugar en el no siempre benévolo mundo del arte. Premios en concursos fotográficos y exposiciones personales en la Fototeca de Cuba, la Fábrica de Arte Cubano y espacios de La Habana Vieja, se unirán pronto a la experiencia en un megaevento como es la Bienal de La Habana, a donde llegan con una muestra de dípticos en el que muestran –en diálogo íntimo– las diferencias y similitudes de dos miradas, en las que se nota ya el oficio, combinado con la visión fresca y unas ganas enormes de hacer.