La Valdés: Clásicos venerados y renovados
Hay piezas dentro del acervo musical cubano que pueden versionarse decenas, cientos de veces, que siempre admitirán nuevas “lecturas” y enfoques desde otros tantos estilos y formatos musicales.
Es lo que ha hecho ahora el proyecto La Valdés, desde el cual la cantante que le aporta su apellido (Janet Valdés) lanza su primer disco en el que a la vez se estrena como solista y directora de su banda, acompañada de un grupo de músicos tan jóvenes como ella que, liderados por el pianista y orquestador Alejandro Meroño, se acerca a verdaderos clásicos de la canción insular partiendo de una perspectiva tan esencial como fresca; y tales adjetivos no son gratuitos: han logrado conservar mediante sus respectivas labores, la esencia de esas piezas y los géneros en que se insertan, y devolverlas con tratamientos lozanos y nuevos, tanto desde el rubro vocal como instrumental.
¡Ay! Mamá Inés, llegó La Valdés!
Aunque no siempre resulta fácil, al escuchar cada página recreada en el CD ¡Ay! Mamá Inés, llegó La Valdés, el deslinde de géneros y líneas musicales confluyentes —pese a que muchos saltan al oído del receptor suficientemente experto—, lo importante es que desde los acordes iniciales se perciben la fusión y la hibridación de las tendencias representadas, las cuales en términos generales responden a un concepto muy contemporáneo que, reitero, se afirma ante todo respetando y más aún, venerando las raíces.
Abundan las células de pop/rock, y profusamente, del jazz —dentro de este tronco poligenérico, el más suave y cantable blues o el también melancólico pero más trepidante rhythm & blues—, pero hay también aires de feeling (que como se sabe, incluyó no poco de las audaces armonías procedentes justamente del género nacido en New Orleans) y de la vigorosa percusión que no solo nutre los números de corte afro aquí incluidos (Babalú, Yiri yiri bon, Mama Inés…).
Si de clásicos hablamos…
Y ya que mencionamos títulos, se agradece la inclusión de obras muy conocidas (Sombras, Qué te pedí, No puedo ser feliz, Amor fugaz…) que emblematizan una parcela ilustre de nuestra cancionística, ensanchadas por esos aires tan posmodernos que definen el disco todo, en el cual a veces se evoca el aire majestuoso y tremendo de las jazzband, ese formato que a partir de los años 30 enseñoreó en los clubes nocturnos y teatros, la radio y después la TV de nuestro país, y en las cuales la autoctonía de su desempeño raigalmente criollo, se vio enriquecida por los aires soberbios del jazz, algo que ha mantenido una continuidad en la cada vez más expandida y respetada corriente latina.
Y así puede asistirse lo mismo a un pregón tan internacional como El manisero, de Simmons, o a un bolero “de victrola” al estilo de Que me castigue Dios (Roena) junto a otro más “culto” tal Fiebre de ti (Arrondo) que al resto de las líneas genéricas en representación de un repertorio tan bien elegido y defendido lo mismo por la solista como por el orquestador y los músicos que brillan en el empeño.
La Valdés es dueña de un sólido arsenal histriónico que convierte cada frase en un hecho escénico donde aparece representado su Regla natal, con sus cultos sincréticos tan identitarios, todo ello encauzado en una voz poderosa, con matices que recuerdan a las negras jazzistas norteamericanas pero sobre todo a grandes intérpretes nuestras a algunas de las cuales rinde homenaje (Rita Montaner, Celeste Mendoza, La Lupe…) aunque si de reverencias se trata, ya advertirá el oyente que en el CD se tributa también al recuerdo imborrable de compositores e intérpretes que nos definen en tanto patrimonio musical (desde Margarita Lecuona y Adolfo Guzmán a Benny Moré y Fernando Mulens, pero sobre todo de Ignacio Villa, “Bola de Nieve”, verdadero “dios tutelar” de la intérprete y por extensión, del fonograma todo).
Tradición y legado
Estas grandes e inmarcesibles canciones, reafirman tal condición desde el estilo desenfadado y sensual de La Valdés y unos músicos que les han insuflado vitalidad y energía con sus instrumentos, y gracias también a unos arreglos que lo mismo saludan la tradición que las proyectan a un público más joven, el cual sin embargo se identificará con esos timbres actuales , y las convertirá de seguro en algo propio, de su universo, sin que por ello dejen de pertenecer a momentos y poéticas muy definidos.
Ese y no otro ha sido el objetivo del proyecto La Valdés con el CD que ahora tienen en sus manos, y de la EGREM, que afortunadamente, apostó por él. Tal como lo hacemos nosotros, seguros de la acogida incondicional por parte de todos los, sin dudas, afortunados oyentes.