Fallece Eusebio Leal, el más apasionado historiador cubano
Tiemblan mis manos ante la confirmación del hecho. Eusebio ha muerto, y esta línea es la que más me ha costado escribir en mis años como periodista. Víctima de cáncer, falleció en la mañana de este 31 de julio en La Habana. Pienso entonces en algunas preguntas formuladas para una entrevista que nunca pude realizar al intelectual que eternamente nos acompañará andando por la ciudad.
Recuerdo la ilusión de nuestro equipo cuando se confirmó que su imagen sería la portada del número 64 que regalamos a La Habana e indisolublemente, a él. Al hombre que por más de cincuenta años se dedicó en cuerpo y alma, más que a levantar del polvo y las ruinas a una ciudad, más que a dirigir su restauración, a edificar piedra a piedra la historia de Cuba toda y penetrar en las conciencias de los seres humanos sembrando sapiencia y cultura.
La entrevista pendiente, para siempre en mi agenda, pretendía deleitarme con su oratoria, aunque pueda parecer un poco egoísta. La vislumbré como la oportunidad que todo joven apegado al humanismo soñaría. Un reto profesional, que ante el deceso infeliz, se ha disuelto en esta nota efímera.
Preguntas que no obtendrán las respuestas elocuentes del gran Eusebio. Pero que sí pueden ser ejes transformadores hacia el camino definitivo a continuar la obra, si los más jóvenes nos detuviéramos a pensar cómo resguardar el patrimonio físico e inmaterial de nuestra nación. Cómo agenciarnos (aunque sea de un ápice) de la cultura ganada por Leal con sus lecturas apasionadas. Cómo amar y conceder la debida importancia a la historia como ciencia y guía infalible en el propósito de llevar una nación por el camino del desarrollo en todos los ámbitos.
Una nación en manos de las nuevas generaciones, como expresara el Presidente de la Red de Oficinas del Historiador y del Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba. Porque somos los más jóvenes cubanos, los principales deudores de un legado cultural que hemos de enriquecer con el cuidado esmerado de lo fundado, restaurado, sufrido y logrado por el más leal de los habaneros.
Es difícil creer que la muerte nos ha arrancado a Eusebio. Prefiero imaginar que está descansando en algún palacio del Centro Histórico de La Habana con un libro en sus manos o analizando un nuevo proyecto a ejecutar.
Lo imagino contemplando desde su humildad las obras más amadas. Recordando los momentos más duros que pudo haber enfrentado desde el silencio y la perseverancia para alcanzar una inauguración exitosa. Lo supongo acongojado ante el vandalismo de quienes no aman lo cultivado y en definitiva carecen de educación y cultura.
Eusebio Leal Spengler con 60 años de trabajo cumplidos el pasado agosto, atesora un sinnúmero de reconocimientos, títulos honoríficos, medallas y condecoraciones. Nunca los identificaba como premios. Los sentía como símbolos que le pertenecían más que a su figura, a la ciudad, al país que lo acunó y desde donde hoy se despide solo físicamente porque su alma la sabemos dispersa en cada rincón de esta ciudad y Cuba toda.