Epopeya de los Reyes Magos
El 24 de diciembre nació Jesús, un niño muy esperado y querido por todos. Hijo de María, ama de casa, y de José, cuentapropista dedicado al negocio de la carpintería. El pequeño Jesús nació en la barriada del Vedado en un apartamento en el Focsa. El padre tenía un taller por La Habana Vieja frecuentado por turistas extranjeros que amaban conocer la artesanía tropical típica de Cuba.
Se les mandó un sms a Melchor, un veterano de guerra que vivía por el Casino Deportivo; a Baltasar, un botero radicado en San Miguel, y a Gaspar un joven profesor de la Universidad para anunciarles el nacimiento del niño. Todos, amigos del padre y padrinos del pequeño. Los tres hombres se pusieron de acuerdo para ir a visitar a la familia y llevarle lo más significativo de regalo al niño para la buena fortuna y la vida eterna.
Melchor recogió su medalla más importante, Baltasar llevó un poco de dinero y Gaspar un libro. Luego de dos semanas de preparativos decidieron verse en el Coppelia para llegar los tres juntos al edificio de la familia de Jesús.
Al llegar, José, con una cara muy disgustada les abrió la puerta y con desgano los invitó a pasar. En la sala había un enorme árbol de Navidad a medio poner, o a medio quitar, según se vea. La casa estaba llena de regalos para el niño. Juguetes de todo tipo, ropa y zapatos, incluso equipos tecnológicos que aun el pequeño no podía usar.
José les contó a los tres hombres que la misma noche que Jesús nació vino un viejo gordo con barba blanca y le dejó todo eso allí. Que muchas gracias, pero que los regalos aquellos garantizaban la vida del niño al menos hasta que cumpliera cinco años.
Muy disgustados Melchor, Baltasar y Gaspar salieron de la casa tirando la puerta tras ellos. Gaspar dijo a los otros dos que esperaran en el elevador. Regresó a la casa de su amigo y volvió a tocar. José abrió y Gaspar le dijo: -Jesús no es tu hijo. Es del tipo del apto 36. Qué lo sepas. Ahí lo dejo-. Y fue a unirse con sus amigos para regresar los tres cada uno a su casa.