Fake News por Iván Camejo
El periodismo de hoy en día transita por un momento tan difícil que ya se ha convertido en toda una epopeya distinguir una noticia verdadera de una “fake new”. Las redes sociales son las principales culpables de esta disolución de la frontera entre realidad e invento, siempre que ofrecen a cualquiera (sin distinción de sexo, credo, filiación política, cultura u ortografía) publicar, comentar, subir, postear y todos esos nuevos verbos de moda.
Estamos en la época en que una noticia sobre un incendio en la Amazonía, puede ir acompañado de fotos de Koalas, Jirafas, Osos Polares o cualquier otro especimen que jamás haya pisado esas hermosas tierras. Incluso puede ilustrarse con imágenes de incendios ocurridos años atrás o peor aún, en otra parte. Nada detiene a los “periodistas” modernos a la hora de expresar una idea; echan mano de todo lo que haya alrededor, sin importar si se ajusta a la realidad o no.
Basta con que se ajuste a lo que ellos quieren decir. Un edificio en ruinas sirve para hablar de cualquier guerra en el mundo, un niño desnutrido le acomoda a cualquier hambre, una huelga con policías es ideal lo mismo para adjudicársela a maestros que piden mejoras salariales que a los choferes de autobuses contra los precios del petróleo. En ese afán por publicar a toda costa y lograr el golpe de efecto de la exclusividad o de la primicia, se va perdiendo junto con la ética, el contenido mismo de la noticia que nos llega desvirtuada, adulterada, a provocarnos más decepción que asombro.
Desde hace muchos años los postmodernos anunciaron, entre su larga lista de defunciones, la muerte de la historia o la historia como relato (quizás previendo lo que venía). Hoy es un mérito que un medio de prensa logre provocar siquiera algo de confianza. El periodismo, que antes trataba de contar la realidad con cierto estilo, que la elevara de lo mundano y la acercara más a algo parecido al arte, hoy tiene el reto, no de agradar en su forma lingüística, ni de expresar la originalidad que emana de la pluma del autor, nos basta con que al menos diga algo que sea cierto.