Siete de los poemas más populares de Carilda Oliver
La poesía, la cultura cubana… están de luto desde la madrugada de este miércoles. Una de sus grandes poetisas, Carilda Oliver Labra, murió a los 96 años en la ciudad de Matanzas. ¡No puede ser de otra forma!
Resulta imposible no imaginarla sentada en el sillón de su casa, en la Calzada de Tirry 81, declamando con pasión, a pesar de los años, luciendo siempre hermosa y haciendo reír con su frescura de mujer feliz, amante del placer, de la literatura.
Poemas como “Me desordeno, amor, me desordeno” viven arraigados entre los cubanos, incluso, se han convertido en obras de esas que dejan detrás el nombre de se autor para volverse de todos. ¿Qué decir la pasión de “Anoche” o la fuerza de “Te mando ahora que olvides todo”?
VISTAR te propone releer fragmentos de algunos de sus poemas más populares.
Me desordeno, amor, me desordeno
(…) Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.
Muchacho loco: cuando me miras
Muchacho loco: cuando me miras
con disimulo de arriba a abajo
siento que arrancas tiras y tiras de mi refajo…
Muchacho cuerdo: cuando me tocas
como al descuido la mano, a veces,
siento que creces y que en la carne te sobran bocas.
Anoche
Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Las constelaciones nada saben del caso.
Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.
Hubo un paro cardíaco.
El joven
nadaba como las olas.
Era tétrico,
suave,
me dio con un martillito en las articulaciones.
Vivimos ese rato de selva,
esa salud colérica
con que nos mata el hambre de otro cuerpo.
Discurso de Eva
(…) Te extraño,
¿sabes?
como a mí misma
o a los milagros que no pasan.
Te extraño,
¿sabes?
Quisiera persuadirte no sé de qué alegría,
de qué cosa imprudente.
¿Cuándo vas a venir?
Tengo una prisa por jugar a nada,
por decirte: «mi vida»
y que los truenos nos humillen
y las naranjas palidezcan en tu mano.
Tengo unas ganas locas de mirarte al fondo
y hallar velos
y humo,
que, al fin, parece en llama.
Te mando ahora a que lo olvides todo
Te mando ahora a que lo olvides todo:
aquel seno de nata y de ternura,
aquel seno empinándose de un modo
que te pudo servir de tierra dura;
aquel muslo obediente pero fiero
que venía de sierpes milenarias,
aquel muslo de carne y de me muero
convocado en las tardes solitarias; (…)
Amor, ¿cómo es que vienes?
Amor, ¿cómo es que vienes
a darle al pensamiento tu estocada
si estoy entre las sienes
-débil mujer a golpes decorada-
y apenas tengo trato con la aurora
por no mirar la luz que eres ahora’?
Amor, ¿cómo es que usas
el mismo corazón en que naufrago
y arrimas tus confusas
palabras al silencio este tan vago
y en brote que es de gloria me enajenas
mientras ardiendo estoy entre las penas’?
Canto a Fidel
No voy a nombrar a Oriente,
no voy a nombrar la Sierra,
no voy a nombrar la guerra
—penosa luz diferente—,
no voy a nombrar la frente,
la frente sin un cordel,
la frente para el laurel,
la frente de plomo y uvas,
voy a nombrar toda Cuba,
voy a nombrar a Fidel.
(…)
Gracias por tu dignidad,
gracias por tu rifle fiel,
por tu pluma y tu papel,
por tu ingle de varón.
Gracias por tu corazón.
¡Gracias por todo, Fidel!