Tú tenías grandes pies y un tacón jorobado
¿Se imaginan a Cuba exportando papa a Francia, donde escasean; o leche en polvo al Canadá? ¿Imaginan que el peso cubano tenga el mismo valor que el dólar? ¿Que La Habana sea la ciudad del mundo con más salas de cine (358), por encima de Nueva York y París? ¿Que el índice de analfabetismo en España sea el doble que en Cuba? ¿Que este sea el país de Iberoamérica con más automóviles? ¿Qué la renta per cápita nuestra sea superior a la de Italia? ¿O que la cantidad de vacas por persona en toda la isla sea más de una y se consuma casi tanta carne de res como en Argentina y Uruguay? Estás delirando, Magela, tienes que parar. Pues no, enteraos de que todo lo anterior, a mediados del siglo pasado, eran hechos. Concretos, tangibles, verifiables, amables. Hasta el 31 de diciembre de 1958, La Habana (y Cuba) era una ciudad que crecía.
Pasó el tiempo y pasó un águila de cabeza calva por el Malecón. Y sucede lo siguiente. Más o menos así como cuando los ingleses tomaron La Habana, que en once meses hicieron lo que los españoles no habían hecho en casi 300 años (hasta limpiaron la ciudad, vaya), así, en solo la susodicha década de los 50 se construyó –y digo construir más allá de la arquitectura y el urbanismo- bastante más, bastante, que en las seis décadas posteriores.
Visitemos un momentico La Rampa. El downtown de la ciudad. Nacimiento y muerte y resurrección de la calle 23; espacio que va desde L hasta (que se seque el) Malecón. Ahora empiezo a delirar de nuevo y les comento que todo -o casi todo- lo que hoy se ve ahí, fue erigido entre 1947 y 1958. Sin embargo, una de las atracciones más populares del área, la acera de granito adornada con mosaicos de cerca de 20 artistas cubanos, fue realizada luego de 1959, si bien era un proyecto que existía desde antes.
Hace algunos días hubo un escándalo. La UNE, Unión Eléctrica, más conocida como La Empresa Eléctrica, se vio en la urgente necesidad de hacer ciertas modificaciones al servicio en dicha zona. Y la urgencia acabó siendo una turgencia, muy obscena, dicho sea de paso. Lléguese al lugar y verá, en la acera, la fosa cerrada, al doblar de Radiocentro, digo, del Yara. Imagino la vergüenza que estarán pasando esos hombres (los de la UNE), con toda la furia y el sonido popular vertidos sobre sus cabezas, inocentes. ¡Qué iban a saber ellos lo que es más lindo o más feo! Eso no es su trabajo. De seguro mientras abrían el hueco y montaban las cosas y luego lo cerraban tras haber comprobado que la instalación eléctrica funcionaba ellos estaban contentos, satisfechos de haber cumplido su misión, de haber arreglado rápidamente el problema, de haber devuelto la luz a los vecinos y todos felices comiendo perdices, en verdad perdidos. En los culpables, que son los sospechosos habituales, no me detendré. Yo sé que ustedes saben quiénes son.
Pero el desastre de la acera de La Rampa no acaba con esa zanja que recién le han incorporado. Ni con la exageradísima valla al costado del Habana Hilton, digo Libre. Ni con cualquier otro diablo no necesariamente embotellado que podáis encontrar como quien encuentra un tesoro escondido. No señor. Un poco más abajo, casi justo a la entrada del Centro de Prensa Internacional, podemos disfrutar la hermosa intervención del maestro Rebustillos. Un “Rostro de habanera” acompaña, muy discreto él, nada menos que a Lam. Y no importa si es Lam o Amelia o René o Cundo; el punto no son ellos, el punto es Rebustillos, enfocaos. Oh sí. A pocos metros del mosaico de Lam se deja ver un emplaste rectangular de cemento, sobre el que se ha dibujado, como con un palito, el antedicho rostro. Pero lo curioso del caso, es que la habanerita lleva ¡5 años! ahí (véase la fecha al lado de la fima). Por el amor de Dios, ni que fuera un Banksy. Alguien de inmediato haga el favor de llamar a la Empresa Eléctrica y pedir que instalen un soterrado en esa parte. O mejor, que venga un inspector y le aplique el 349 con todas sus letras (descuiden, nadie protestará si esto ocurre).
Y La Rampa es metonimia. Es solo una porción del pastel envenenado. Ni siquiera es esta la primera vez que, en esa zona (roja), una “reparación” se realiza molestando una obra preexistente.
La Habana cumple 500 años y, ¿qué se ha hecho? Sí, se han arreglado algunas paradas de ómnibus; se están construyendo/ remendando /maquillando algunas cosillas por ahí… Pero ocurre que ya el año está casi en su segunda mitad y, al menos yo, lo que más veo cuando salgo a la calle es un despliegue espantoso de pegatinas carteles anuncios vallas con ese eslogan ultra villano de “Por La Habana, lo más grande”. Deseo, de veras, estar pasando cosas por alto.
Es increíble, no sé cómo todavía me sigo sorprendiendo con ciertas vulgaridades. Y lo más lamentable es que esa ramplonería, vicio sistémico, está instalada en las cabezas de las personas como una enfermedad congénita. Porque claro, es muy confuso eso de vivir en un contexto donde se premia lo mal hecho, y si usted a las dos de la mañana le pide a su vecino que baje el volumen de la música por favor usted está loco, usted está muy equivocado.
Pero no os preocupéis, mis gentiles señores. No hay mal que dure 100 años de soledad ni cuerpo de élite que lo resista. Lo mejor, está (negro) por venir. Como siempre, tengan todos un excelente día. Hasta la vista.