¿Quién tiene la corona?
No hay corona más disputada en Cuba entre sus reguetoneros que la del Reparto. Pero, ¿qué es el Reparto? No hay duda que después de un bulto de años (algunos piensan que 10, otros que 20 y otros que ha existido siempre) se ha perfilado lo que ya podemos llamar un género nacional.
La lógica implacable de los barrios, el reguetón callejero, las pipas de cerveza en los carnavales, la calentura en los bonches, los veranos en la mismísima Disco-arena, la formadera de foco en Bacuranao, la cogedera pa´ eso en el Parque de la Policía, las broncas en el Patio de la Salsa, el humo por doquier de los “criollos”, los conciertos en El Globo, el descaro con las muchachitas en la discoteca, el meneo, el fanatismo por la música, el cuello pa´ arriba y el aguaje, han sido durante mucho tiempo el sello de esta música que podemos calificar inevitablemente de urbana.
El teórico más importante del género (honor a quien honor merece) y el que iluminó el pasado tanto como el futuro se llama Chocolate. Él creó, aunque ya existían, a sus precursores. Antes de Chocolate estaban Los Tres Gatos sacando la cara en la Cuevita con su inolvidable: “cuando quieren chocha”; y estaba, por supuesto, el original e irrepetible Elvis Manuel, quien azotó los barrios con un carisma y unas letras tan descomunales como: “No, ella no es loca, lo que pasó fue que le metieron el DiTú completo por la boca”. Pero antes que el propio Elvis estaba Michel Masa, NG la Banda y el Médico, quienes le dieron, en su momento, un empuje grandioso a esa manera cubana de proyectar la calle.
Chocolate no solo se queda en los maestros y se da cuenta que el Reparto son las letras, aunque le falta la música característica, su verdadera sonoridad.
Confabulado con algunos de sus colegas (El Único y July Robi El Emperador), en 2008 lanzó uno de sus mejores temas: “Parapapanpan” (“El campismo”), que no solo lo pegó en todas las guaguas, los bicitaxis y en los bonches, sino que también significó el nacimiento de una melodía en perfecta conjunción con las letras.
“El campismo” fue el primer clásico del Radamorfa o Rastamemba, el género que hoy (con el sello particular de cada artista) se canta y se escucha en las calles del país.
El Radamorfa, según Chocolate, es el reguetón pelado con las palmas atravesadas a contratiempo, una evolución sutil de la clave cubana, a eso súmenle el pedal y el bombo. Según El Chulo, también el tiempo es distinto: “mientras que los boricuas cantan a 96 BPM, el Reparto rico, rico de verdad pa´ que se parta es más rápido, es a 110”.
Para que entiendan la dicotomía entre letra y música, digamos que El Chacal también es una buena perla del Reparto, pero no lo integra en su dimensión purista, es decir, no hace Radamorfa. Pero algunos de sus temas con Yakarta lo sitúan tanto en el pico de la verdadera farándula como en el Puente de La Lisa. Ahí está, por ejemplo, “La corrupción” (“Hay dime si tu toma, dime si fuma, dime si te la das”), una canción de reguetón repartera.
Farándula es otro término conflictivo que ha golpeado para bien al Reparto, el reguetón corporativo y el romántico son los géneros internacionalizados y los que dan más dinero, también son los más correctos. No creo que esto lo haga más interesante, pero si más próspero y a la larga mejor para sus protagonistas. Estar en farándula significa haber salido de la calle y andar viajando. Por ejemplo, El Negrito, El Kokito y el Manu Manu están ya en farándula, lo que significa otro estatus, quizá menos escuchado y popular, aunque más lujoso. La oportunidad de estar en la farándula es igual a tener una mejor vida y todo el mundo, evidentemente, quiere eso.
Las discotecas de la farándula siempre serán La Cecilia, El Salón Rojo del Capri o Don Cangrejo, a las que suman algunas de las privadas como el Fantaxy, Mio & Tuyo, Mojito’s Bar, entre otros. El talento que empieza tiene que jugarla en el barrio, cuadrar un tema en los cada vez más numerosos estudios de grabación hechos a mano (con algo de suerte accedes a la Célula Music) y compartirlo por Zapya, pues ya no necesitan la promoción tradicional, se autogestionan sus propias carreras.
Según comenta El Enviado, “la mayoría de nosotros somos también productores de nuestra música, y cantamos sobre la base de los ritmos que creamos”. La prueba de que están pegados no está en los Billboard, ni en la TV, ni en el púbico exclusivo, sino en los chamaquitos que salen pa´ la calle con las bocinas, están todo el día con las bocinas, cogen el P-9 con las bocinas, y regresan a casa dando el berro con las bocinas.
Las canciones tienen la oreja en la calle, y cuando se les pregunta a algunos de sus cantantes por las vulgaridades en las letras, se limitan a decir que ellos son cronistas, que no inventan nada. Al parecer esto es lo más afortunado que puede sucederles (los temas son muy pegadizos), aunque en la calle también hay muchas cosas que no deben reproducirse: el sexismo, la incitación a la violencia física o la violencia verbal.
Los cantantes afirman que usan un lenguaje directo, donde no es necesario decir “me gustas y quiero que salgamos juntos” dicen “mami tú estás rica” y punto, también lo hizo el rap, lo hizo la salsa en su momento, hasta que se canonizaron. El Kamel, uno de los más pegados, cuenta que “no está interesado en hacer música para que se fajen, sino para que bailen y se diviertan, y que la diversión no implique violencia”. Si existen líderes de opinión sobre las comunidades urbanas, son estos muchachos. Quizá puedan usar sus canciones para enviar mensajes de otro tipo, carisma no les falta. Aunque cuando esto pase, debemos admitir, el producto será otra cosa distinta del Reparto.
Sin embargo, para Osmani García este es un buen momento “porque el género ya no está para peleas ni broncas, sino para pegar temas, para defenderlo, es un fenómeno local cubano”. Kaneca, que junto a Un Titico anda pegadísimo, dice que está enfocado en los premios Grammy, «cuando se cuele el primero de nosotros, por ahí entramos todos”. Algunos prefieren salir del término Reparto y trasladarlo al concepto general de Música Urbana, pero Reparto es esto mismo en su variante cubana, una música que se hace en las barriadas de las ciudades, en lo más profundo de los repartos. Las nuevas tecnologías han democratizado la posibilidad de hacer canciones, hay panaderos que terminan el trabajo y van a grabar un disco.
Evidentemente hay un fenómeno que se está consolidando y, como casi todo lo que se da en Cuba, también se dio en Miami. La historia se remonta nuevamente a Chocolate. Cuando Elvis Manuel (arrancado de la música por culpa de una balsa) se perdió en el mar tratando de llegar al Norte, Chocolate hizo una promesa silenciosa a cambio del talento de Elvis: el completaría su legado en la Florida. Todavía recuerdo que algunas muchachitas en mi escuela lloraron esa muerte. Se había ido para siempre el Rey. Como todo rey magnánimo (este lo era), decidió dejar la corona vacante a sus conciudadanos. Tener la corona del género no responde a la ley del más fuerte, sino al más pegado en el escalafón de méritos del oído urbano. El rey puede ser cualquiera, lo mismo en el barrio de Belén que en Hialeah.
En Miami también se enriqueció el Reparto: se pegó Gucci, apareció “el yuma” y ahora las peleas incluyen las directas, y toda la energía negativa se convirtió en un simulacro de su cabal existencia, que al mismo tiempo se transformó en cultura (las diatribas se mudaron a Youtube, a Instagram o a Facebook).
El Kamel le dice a Chocolate en un tema: “Suelta la corona que es mía, que me la llevo pa Jesús María” y Chocolate responde: “¿Qué suelte la corona yo? Suéltala tú viejo, anda, oye como yo no estaba ustedes estaban inflanda, ahora recoge los chelines que es bajanda”. Entre corona y corona la creatividad popular enriquece infinitamente el lenguaje, y codifica (a la manera que nadie más puede hacerlo) la música y el español cubano. Andar con unas Guccetas, aunque sean fake, es Reparto. Porque unas Guccetas no son lo mismo que unos zapatos Gucci, incluso si son comprados en la misma tienda. Las palabras son el síntoma del performance.
La coronación seguirá siendo un tema polémico. Confieso mi afición por el Choco (esto quizá sea un tema generacional, y no dejo de reconocer que los menores vienen corriendo fuerte), por eso me gustaría declararlo como el custodio general de la corona, alguien que se la guarda a Elvis y que la cede de vez en cuando. ¿Dónde está hoy exactamente? ¿Será Harrison, El Kamel, Baccocco, el Lobo Kingdowa, El Kaneca, Un Titico, El Enviado, El Chulo?
En realidad, es difícil precisarlo. Sea Reparto, Radamorfa, Rastamemba, o Música Urbana, la corona será reservada, al menos esta vez, para dársela al género.