El museo de arte comestible, o comer tierra en La Habana
Si alguien me hubiese dicho que iba a comer tierra lo tildaría de loco. Obvio que eso era algo que no iba a pasar, pensaba yo, el miércoles 8 de mayo, justo 30 minutos antes de llegar a ARTHAUS y conocer a Masha Ru.
Masha es una artista rusa que desde el 2012 ha ido coleccionando tierra de distintos lugares del mundo, intentando comprender cómo en algunos países comer tierra es un tradición ancestral aún vigente, mientras que en otros es considerado un “desorden mental”.
Una mesa llena de frasquitos con muestras de tierra de diferentes regiones, un auditorio incrédulo y Macha Ru explicando el porqué de su “arte” fueron básicamente los tres elementos principales de “La cata de tierra” en ARTHAUS.
“De niña me gustaba comer arena en el círculo infantil en el que estaba, lo hacía todo el tiempo, luego a medida que crecí me di cuenta de que no era, socialmente, un comportamiento aceptado; entonces paré. Luego cuando trabajaba en la universidad empecé a llevarme las tizas y me las comía; era algo que me gustaba. Ahí fue cuando empecé a buscar online lugares donde vendieran tierra comestible, y fui encontrando lugares y foros y gente que compartía mi mismo interés. Hay países en los que comer tierra es una costumbre culinaria, o un ritual o parte de un proceso espiritual”.
La artista, pequeña, “rara” y apasionada por lo que hace (y come), nos cuenta que tiene cerca de 300 muestras, que solo come 10 gramos diarios de tierra, y que ha hecho varios experimentos en laboratorios intentando descubrir si son tóxicas, aunque sin resultados concretos. Cada vez que habla de alguna muestra las comparte con el público, y nos aclara que la comemos bajo nuestra responsabilidad; le interesa, además, las reacciones de las personas, qué sienten, qué experimentan. Había piedras de Nigeria, Zimbabue, Guatemala, Estados Unidos, Cuba con su cascarilla, Francia y unos polvos faciales…
La cata de tierra fue una experiencia -creo que para todos los que asistieron-, ciertamente rara, como lo es la propia Masha.