Arte Legno, o una especie de entrevista a Legna Rodríguez
La primera vez que oí su nombre, yo estaba en la facultad de Artes y Letras, y todo o casi todo me molestaba. Salió un cuento de ella en Upsalón, y eso no me molestó. La primera vez que vi a Legna fue en un Sábado del Libro, ese espacio casi siempre aburrido se llenó de aire cuando llegó ella, que por cierto llegó tarde. Seguro ella no se acuerda de mí. Pero yo la vi con su pelo largo y sus tatuajes, y me pareció una persona muy simpática.
¿Cómo fue crecer en Camagüey?
Hoy que Samuel Beckett cumple 113 años de haber nacido, puedo decirte que fue perfecto. Si no hubiera nacido ahí no me hubiera ido de ahí. Creo que un escritor siempre tiene que irse. Ahora me doy cuenta. Me he ido de algunos lugares, casas, personas, libros, y me doy cuenta de una cosa importantísima: un escritor siempre tiene que irse. Irse con mayúscula. Si no se va, se queda. Un escritor no debe quedarse. Añádele a debe quedarse cualquier adjetivo, y verás de qué te hablo.
¿Cómo te resultó el tránsito de Camagüey a La Habana y de La Habana a Miami?
La idea de que Cuba es dos países no es ninguna broma, y menos que menos una mentira. Cuba es dos países: La Habana y el resto de las provincias. Siempre se lo digo a mi mamá para que entienda pero mi mamá no entiende. Es una mujer que como miles y miles de personas, nació en su provincia y ha vivido en su provincia más de cincuenta años, sin saber bien de qué se trata el resto del universo. Aunque con ese poquito logró criarnos a mi hermana y a mí, y no digo más porque a Carlos Manuel Álvarez le caen mal las personas que hablan bien de su familia. Yo intenté irme de Camagüey en el 2005, aprovechando uno de mis enamoramientos y la beca del Centro Onelio, que me dieron ese año, aunque nunca lo diga, pero no aguanté. En esos días me regalaron un beagle que tenía 6 dedos en una pata, una mutación que hizo que costara menos, y arranqué para Camagüey de regreso con el rabo entre las piernas, es decir, con el beagle entre las piernas. Vivía en un apartamento viejo en Mulgoba, antes de la última parada de Santiago de las Vegas, imagínate, no sabía ni cómo llegar al Centro Onelio desde allá.
En el camello, el P12 azul creo, se me pegaban los hombres por los dos lados y lo único que podía hacer era bajarme corriendo del camello. Una vez me quedé botada en la Cujae. Se me ha ido de la mente el nombre de esa parada. Conclusión: si empiezo a acordarme de cómo fue el tránsito de un país a otro, tal vez irme de Camagüey a La Habana fue más contundente que irme de La Habana, luego, y desembocar en Miami. Aunque Miami es un cuento aparte. Esto es una narrativa excepcional, la verdad.
¿Sobre qué escribes? ¿Sobre lo que te agobia, lo que te obsesiona, lo que te angustia, lo que te esperanza?
Escribo sobre las cosas que veo. Uno ve lo que lo inquieta, lo que lo perturba y atrae. Tengo la convicción, hace años, de que el ojo de un escritor es un ojo muy infantil, muy adolescente y frágil, y por eso mismo es un ojo agudo, cruel, enfermo.
¿Cómo quieres que te lean?
Como quieran ellos. Los lectores son sabios, y tampoco.
¿Qué crees de los géneros?
Ah, los géneros. Me gustan mucho. Quisiera manipularlos todos. Nunca he escrito ensayo. Soy una adolescente nata, y una analfabeta nata, también (aquí va un emoji tapándose la boca).
¿Tu literatura se parece a ti o tú a tu literatura?
Ojalá. Cualquiera de las dos variantes me parece atractiva y hermosa. Pero no todos somos Samuel Beckett o Thomas Bernhard o Carson McCullers, o Astrid Lindgren, o José Kozer (siempre hablo de Bernhard en todas partes, y de Kozer, son tan hermosos ellos). Tú miras a esa gente y no ves sus libros, sus dramaturgias, sus palabras, pero de algún modo adivinas que eso que ellos escriben va a matarte, y lo quieres, lo deseas al precio que sea. Fíjate que hablo de todos en presente, a pesar de que Kozer es el único vivo, porque de un escritor de ese tipo solo se habla en presente.
Desde que supe la primera vez de ella hasta ahora, muchas cosas han pasado, en la vida de Legna, en la mía, y supongo que en la de casi todos. Pero quizás, más en la Iberoamericano de Cuentos Julio Cortázar, 2011, el Premio Casa de Las Américas, con la obra Si esto es una tragedia yo soy una bicicleta. Ha publicado en varias editoriales varios títulos, tiene una
máquina de escribir, es, como me dice ella misma “mamá de un bebé demasiado precioso y tenía la misma cantidad de tatuajes que de años, ahora ya no”.
Sabía que escribirle iba a ser algo raro, sabía que no iba a ser una entrevista, que sería una especie de conversación. Y me la imaginé a ella, con su pelo que ya no es largo, con el bebé dormidito, pero muy cerca, respondiendo las preguntas que le mandé. La sé con dolor de Legna: obtuvo el Premio ovario, ella me sabe con sacrolumbalgia; y eso es bueno… me dice que la escritura con dolor es un pase mortal. Y creo que así fue.
¿Siempre supusiste que querías ser madre?
No es algo que se sepa, como lo veo yo. Es algo que se necesita para completarse. Desde el 2010 o 2011 empecé a sentir que yo no era una mujer completa, que los libros no eran suficientes para completar eso que yo era. Cuando mi abuelo murió en el 2009, mi abuela, que me crió desde que nací porque mis padres estaban aún en la universidad, becados, me dijo: ahora tienes que escribir un libro que se llame Cuatro mujeres. Mi abuela se refería a ella, a mi mamá, a mi hermana y a mí, que nos habíamos quedado solas en aquella casa de madera vieja que se estaba cayendo a pedazos. Y me acuerdo de que me dieron ganas de llorar porque esa idea era muy triste. Era la idea de una familia yerma, que no iba a tener más sucesión ni futuro, que se iba a terminar. En mi mente le prometí a mi abuela que le daría un biznieto pronto, y se lo di, solo que ella se murió antes. Pero créeme, mi abuela estuvo conmigo durante todo el embarazo, y durante el parto, y estoy segura de que ella vio al niño antes de que yo lo viera. Y sigue aquí a mi lado mientras yo respondo esta entrevista.
¿Qué sentiste cuando supiste que ya ibas a serlo?
Esta pregunta te la voy a responder con un poema. ¿Sí?
PALABRAS Y NÚMEROS
¿Puedes oírlo?
Preguntó la enfermera
Volteando hacia mí
El monitor cuadrado.
Yo podía oírlo
Y verlo
Hacía igual que mi corazón
Pero no era mi corazón
No era nada que
yo pudiera asociar
Con ninguna cosa conocida
hasta ahora.
Pensé en las palabras
Que conozco hasta ahora
No son muchas
A veces las escribo mal
Y me avergüenzo.
Pensé en los números
Tampoco muchos
Y también los escribo mal
Aunque no me avergüenzo.
Cualquier elemento sublime
de mi vida
Ha dejado de serlo para
siempre.
¿Cómo ha sido hasta ahora la experiencia de la maternidad?
Es la experiencia más mágica y más natural sobre la faz de la tierra.
¿Cómo te has propuesto criar a tu hijo?
Ah no. A alguien como yo no se le puede preguntar eso. Mis hormonas están revueltas. Cada día se despierta en mí un instinto nuevo. Improviso mucho y juego con mi hijo todo el tiempo. Quiero que sea feliz y limpio, lo mismo que me pidió mi papá un día a mí, que fuera feliz y limpia. Tiene que saber jugar, por si un día no es feliz, que juegue a serlo. Tiene que reírse cada vez que se acuerde. Él sabe reír como nadie, gracias a todos los cielos.