Crónica por Martica Minipunto: Cartas a Pamela 3
Pamela:
Esta es la tercera carta que te escribo públicamente. La tercera carta debiera ser la más importante, porque a la tercera va la vencida y porque en VISTAR no aguantarán esta correspondencia sentimentalona y femenina que no llegará a ninguna parte.
¿Te conté alguna vez que los tres años de vida me los celebraron en el Zoológico de 26? Y aunque esto no es verdad, me imagino un cumpleaños por mis treinta y tres años, para los que faltan cinco años, en un lugar así de rural como un zoológico tercermundista.
Recuerdas que yo te dediqué una canción rimbombante cuando cumpliste
treinta y tres años. En la voz de Julio Iglesias, que me parte el corazón y me resuena como himno romanticón, quise dedicarte, Pamela, aquella hermosa letanía de una edad que no nos pertenece. Tampoco nos pertenecen los fractales y toda esa probada perfección del triángulo. Que yo sepa, existen tres tipos de triángulos que aprendí de memoria y que repetiré para siempre cuando me quiera despojar de algo malo.
EQUILÁTEROS / ESCALENOS / ISÓSCELES
¿No notas que todo se puso mejor? Debo decirte que el número tres me ha traído una malísima suerte. Regresé un día 3 de agosto a La Habana, ese día llovía y viajé rodeada de una familia chilena escandalosa con tres bebés y tres pañales que cambiar justo a mi lado. Confundí un billete de tres con un billete de cien el domingo 25 de agosto, un taxista me dejó en la esquina de la casa y disfrutó de ese dinero que no era mío. Ojalá lo haya invertido en comprarle a su hija los zapatos y la mochila para el nuevo curso escolar. Ojalá no lo asaltaran minutos más tarde y alguien más jugara a que ese billete le cambia la vida.
Te cuento que estuve tres veces en la feria rural de Buenos Aires. La primera vez me uní a la protesta de cientos de veganos a la entrada; la segunda apliqué algunas enseñanzas de mi escuela primaria de Centro Habana y me robé un anillo de alpaca; la tercera acompañé a un amigo
español para que destrozara una ancestralidad, al planear convertir las alfombras tejidas con ruecas de ocho hilos en cojines moderno para su piso en Madrid.
En las tres visitas atravieso los establos, mientras me mira un caballo en celo. El tercer día dejo que el caballo con crin negra y patas robustas me pase la lengua por el pelo. Te sonará asqueroso, pero no lo es, es el gesto más amoroso y zoofílico que recibiré en mi vida, será lo más lejos que llegaré, eróticamente hablando, en mi viaje a Buenos Aires. Te aseguro que si cierro los ojos e imagino esas córneas de caballo en celo, puedo sentir todo su deseo en mí, la negrura de su deseo de bestia, la espesura de sus ganas de correr y correr y correr, fuera de la feria rural y el aparataje del rodeo competitivo.
Al escribirte me chorrean gotas de sudor, me chorrea el mundo, me chorrea la ciudad, y cuando la ciudad suelta este chorro, estoy casi segura de que los planetas no se han alineado, todo lo contrario, los planetas chorrean su modorra encima mío. ¡Qué sentido tiene hablar de sudor! ¡Qué sentido tiene escribirte ahora, escribir y no decir lo que quiero decir! Porque aunque esta es la tercera carta que te escribo no significa que no sea la tercera vez que tenga que inventarme un modo para contarte aquello que me la suda y aquello que impenetrablemente veo sudar sobre mi casa, mi refrigerador, mi taza de baño, mi frente redondeada y abrumada.
El mundo me está sudando / y nadie lo está parando.
El mundo me ve sudar / y ahogada me va a matar.
Esta ciudad sudorosa sabe de lo que estoy hablando, no es estribillo barato, es sudadera veraniega. Esta ciudad que sabe mezclar perfectamente el sudor y las lágrimas, las lágrimas y la saliva, la saliva y la sangre, la sangre y la mierda, la mierda y el amor. Esta ciudad que cumplirá 500 años tres veces más, aprecia mi insistencia en escribir y contarte de mí. Yo lo que quiero es dormir contigo un miércoles y cantarte algo de Amy Winehouse y decirte que tendremos tiempo para hacer tres películas eróticas. Mi sueño es imaginar esa productora de cine independiente erótico. Imaginar situaciones bohemias y sedientas en escenarios impensables de esta ciudad. Desmitifiar el churre y la pornomiseria, usar la sensualidad de los muros, los tubos, los escalones, apreciar el erotismo arquitectónico. Y no me refiero ni al Morro ni a la Plaza de la Revolución, me refiro a los faroles, los tubos de escape y los barquillos de helado que se te derriten dentro.
Pamela, déjame hablarte de Euphoria, esa serie de Sam Levinson no llega a ser el latigazo rojo que es Asesination nation, pero es un relato contemporáneo y sudoroso sobre la adolescencia. Todo arde allí, todo se pone esquizoide e inescrupuloso, todo desborda rosa y neón para retratar la vida de sus protagonistas. Cuerpos, sexo, drogas y alucinógenos que sirven para aliviar la crisis de esta época en ellos, para mirarnos tú y yo, en lo que estos jóvenes escoden a sus padres y confiesan en Internet.
¿Quieres compartir mi historia en Instagram?, ¿quieres que te cuente algo bonito y menos sudoroso y sangriento?, ¿vuelvo a hablarte del caballo y sus ojos penetrantes?, ¿vuelvo a hablarte de lo que me aniquila del mundo y su pérdida de terceras posibilidades al destruir, destruir y destruir?, ¿podremos compartir esta historia nuestra a través de VISTAR?, VISTAR me lo permitiría?, ¿hablar de Chocolate MC y aquella noche que vivieron tú y él hace muchos años en el parque Karl Marx?, ¿hablarte de los domingos sin ti?
Sudo bacterias y sudo deseos. Tres veces al día te escribo un WhatsApp y no lo termino de escribir. En realidad no estás demasiado lejos. Basta voltear, escuchar una canción de Amy, que este año hubiera cumplido treinta y seis, para que vengas a escribir el guion de nuestro primer cortometraje erótico. Basta sudar en Varadero, Boca Ciega, en Guanabo beach, en Rancho Boyeros y en el carnaval habanero. Me paso la lengua por el pelo y descubro un sabor nuevo. Pamela, es el sabor de no saber ni vivir, ni sudar sin ti, de no disfrutar ni un billete de tres ni un billete de cien porque ya no notas la diferencia.
EQUILÁTEROS / ESCALENOS / ISÓSCELES
Al pronunciar en alta voz este conjuro, el sudor se me frenó, el caballo en celo reprodujo su ritual de apareamiento con otra, el anillo de alpaca se puso negro y mi amigo español termina olvidando la alfombra ancestral en el triángulo de las Bermudas. Me acaba de caer del cielo un billete de cien, no se lo digas a nadie, esto es para un paquetón de datos, un paquetón de datos multiplicado por tres que te mantenga cerca.
Te quiere,
Martica Minipunto